Real VAlladolid
Cuarta derrota ¿Nervios? ¿Intranquilidad? ¿Entrenador cuestionado? Nada de eso. O nada de eso debería aparecer. El Valladolid ha entrado en una mala dinámica, pero a pesar de ello no pierde la cara, no deja de pelear, se mantiene fiel a la idea. Y a partir de esa idea será con la que pueda remontar el vuelo. El Huesca, sin hacer nada, pudo llevarse los tres puntos porque supo aprovechar dos errores concretos de los locales. La solidez defensiva se resintió, que es lo más preocupante, y el juego de ataque siguió progresando. No es algo muy comprensible, pero es que el fútbol tiene estas cosas y en Segunda pasan. Con todo, por lo visto en el campo, el grupo merece varios votos más de confianza por parte de los aficionados -que parecen dispuestos a dársela-, pero la clave estará en si los jugadores y el entrenador van a seguir creyendo en ellos y en lo que hacen.
Explicar la derrota no es fácil. Baste decir que tras el gol de De Tomás el Pucela perdió intensidad, sorprendentemente, y un error en las marcas trajo el empate y otro el penalti. El Pucela pecó de blando porque no supo mantener la tranquilidad y porque, consciente o inconscientemente, dejó el balón al Huesca al ponerse por delante en el marcador. Y está más claro que el agua que sin balón el grupo sufre mucho porque es muy bisoño y le falta oficio. Justo lo que tiene el Huesca.
Comenzó el encuentro sin ritmo, con el Valladolid en su esquema habitual y sin terminar de coger el sitio sobre el cuidado césped de Zorrilla. Álex López, con mucha libertad, iba de la derecha a la izquierda en busca del balón, y con el paso de los minutos eso fue lo que permitió al Valladolid crecer. Eso y la profundidad de Moyano, el incansable trabajo de Leao y la movilidad de Jose y de De Tomás. El canterano, que con espacios aterra a cualquier defensa, tiene más dificultades ante muros ordenados. Paco Herrera cree que ese problema se solventará con el tiempo.
El caso es que a los locales les costó tomar el pulso al encuentro. Lo hizo a partir del balón, que es lo que quiere el entrenador. Mover la pelota de una parte a otra del campo acabó creando dos ocasiones que envió De Tomás junto al poste y otra que Villar -muy lejos de su mejor forma-, acabó estrellando en el larguero. El Valladolid mostraba de nuevo su vena paciente, su afán por jugar, su criterio y si idea de fútbol, sabedor de que por ese camino encontrará la meta que busca. Y el público lo entendió y lo reconoció con el apoyo y la ausencia de pitos -tan habitual en Zorrilla al mínimo error-. El Valladolid transmite algo, y ese que emite llega a la grada en más medida que en menos.
El Huesca, bien armado atrás, solo buscaba la contra y alguna genialidad de Borja Lázaro. Y casi se sale con la suya con un remate de espuela del delantero. No hubiera sido justo y el balón se marchó por el fondo.
La segunda mitad fue otro partido distinto. Explicado queda que el Valladolid se adelantó y que perdió a continuación las referencias y se deshizo. El grosero error de Guitián en el penalti no debe ocultar que el cántabro se quedó solo en el área con Borja Lázaro. Un error de grupo que él solventó mal, pero que ha de verse en su conjunto.
Comienza pues una semana complicada para el Valladolid, que deberá ahora mostrar madurez y exhibir la suficiente fuerza mental para hacerse bloque en torno a la idea propuesta de juego.
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